jueves, 14 de febrero de 2013

De aquellos polvos, estos lodos... (breve reflexión personal sobre la corrupción)

Tengo exáctamente los mismos años que la Constitución Española. Soy uno de aquellos chavales que nacieron entre el optimismo de la transición y la renúncia de la democracia. Crecí en un barrio obrero, fuí a una escuela pública y aproximadamente a los catorce años me definí como anarquista, algo extraño en aquellos años de la burbuja y el bienestar.

Sobres por aquí y por allá ...
Nunca me gustaron los abusos ni las injusticias, ni en el patio del colegio ni en la vida de los mayores. Tampoco nunca me gustó la pasividad ni la resignación, y tengo que decir que eso era ir contracorriente en aquellos tiempos. Por todas partes el sistema me inculcaba lo contrario: Había que preocuparse solamente por uno mismo, por obtener lo que quieres, aún a costa de pasar por encima del semejante.


Durante todos estos años he intentado comprender como funcionaba todo esto y he visto que las 'influencias' y la 'prevaricación' determinaban cada uno de los áspectos de la vida social. Desde obtener un trabajo hasta una cita en la seguridad social, todo era más fácil y rápido si tocabas las teclas adecuadas. Nunca me gustó, pero tuve que convivir con ello. Si no lo hacías, eras un tipo raro. 'Todo el mundo lo hace, ¿Por qué no lo iba a hacer yo?', decían a mi alrrededor.

¿Alguien los ha visto?
Hasta en el último rincón de la administración, en el culo de este putrefacto estado español, el último mangante traficaba con sus influencias y se enrriquecía a costa del erário público y los llamados 'fondos sociales europeos', lo contrario era 'la excepción'. 'Yo haría lo mismo', era el pensamiento general. Lo estábamos viendo y o bien por complicidad, o bien por resignación lo dejamos pasar.

Yo no veo ná !
 Nosotros, la clase trabajadora, renunciamos a nuestra dignidad de clase queríendonos creer aquella pantomima de la 'clase media', todavía hay quien insiste en este concepto. Haciamos horas extras que se cobraban en negro para pagar la hipoteca y las letras del coche, íbamos bien vestidos y tirábamos la comida a la basura, no faltaban vacaciones, veíamos el futbol en los estadios y en grandes televisores. Antes eso que 'comerse la cabeza' con injusticias que afectaban a otros. No nos dábamos cuenta de que esas injusticias no sólo eran indignantes, si no que acabarían afectándonos a todos y cada uno de nosotros.

Si queremos que las cosas cambién, más nos vale emprender un auténtico proceso de cambio. Una auténtica regeneración moral, social y personal. El sistema está podrido, todo él es corrupción y nosotros, cada uno de nosotros, lo sostenemos con nuestra complicidad o con nuestra resignación. Solamente espero que merezcamos un futuro mejor.

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